Eros y Hefestos

Imagino el acto de dormir como una muerte de todo lo que puede tener consecuencia (ser causa) ante una totalidad que va despertando, totalidad que le atribuyo a la debilidad de las partes, que ya no pueden insistir en si mismas, hartas de los esfuerzos del día, harto el ojo de ver, la muela de masticar, comienzan a figurar la experiencia simultánea de sus debilidades. Cada parte es incapaz de huir de la identidad con las otras y la sustancia que las une (que no es más que su propia indiferencia) resulta vencedora.

La necesidad de trabajar se alimenta trabajando y así crece. A medida que uno se obliga a retenerla, se refuerzan las partes involucradas y pasamos a movernos a partir de sus intenciones. El ruido de lo demás disminuye, tiende a desaparecer y con el paso de las horas, de los días y los años, es cada vez más fácil concentrarnos en un canal que se ha hecho profundo y definido, y dejar que nuestra energía se deslice por él hacia el exterior. Entonces, hemos configurado un espacio, también un volumen del cuerpo. Con suerte, ahora el pensamiento se desarrolla a orillas de la materia, y gracias al territorio sólido que se ha formado, crece una estructura consistente con algunas formas de unión del cuerpo.


2008