A propósito de Nietzsche, por lo visto

Si todavía a veces concentro la vista en él, el abismo interior me brinda memorias superpuestas, sensaciones inciertas o precisas e inconexas, el tiempo se recorta en momentos que no corresponden a un orden, mi pensamiento va rápidamente de la intuición de la infancia a la suposición de la vejez, atraviesa la vida en un salto insatisfactorio y con la paz que ese desprecio le otorga, lo vuelve a recorrer, deposita otra vez jerarquías y se desborda de mi individualidad. Nuestras primeras certezas son interpretaciones de susurros ancestrales, son antojos que se volvieron ley y caprichos ajenos que así combinados, tomaron un matiz particular. Hay tanto azar heredado y a la vez, tantas herramientas...

De la naturaleza, el sujeto, por capricho, por azar, o por alguna otra causa, toma una parte y la interpreta, la amasa y le da un nombre para su hambre y para su miedo, desde las piedras se aleja hacia y desde el cosmos se acerca hasta, consiguiendo la colisión de la verdad general con las mentiras particulares.

Con el correr del tiempo, el sujeto, por capricho, por azar, o por alguna otra causa, recorta las partes que ha tomado, las interpreta, y se pregunta porqué los otros tomaron esas partes. Nosotros que fuimos concebidos en el seno de un torrente civilizatorio, que buscamos hacer de las partes piezas y construimos con ellas algo, hacemos de ese algo una certeza anterior a nuestras primeras suposiciones, aquello que aprendimos por primera vez y que era una interpretación de un signo muchas veces interpretado, era la reacción sensata ante un capricho, una razón que observándose sin tregua acaba por aceptar original el azar y el capricho que la conforman, y se dice que hay en ello alguna otra causa.